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      Boca se agrandó y lo sufrió River

      River era superior y ganaba claramente con un gol de Berti. Salió Diego, Boca arriesgó y con goles de Toresani y Palermo cantó victoria en el Monumental.

      Redacción Clarín

      En la ruleta del cambiante y tenso superclásico, Boca acertó un pleno. Y después queda el espacio para una multitud de conjeturas, razones que no encuentran respaldo precisamente en la razón, circunstancias. Esas circunstancias que suelen desequilibrar cualquier balanza, si de fútbol se trata. Ganó Boca casi a lo Boca. Y donde más quiere ganar Boca. Y en el momento que más lo necesitaba, nada menos. Fiesta, entonces. Como siempre ocurre en estos casos y como normalmente se da para Boca. Para hacerle otro guiño a la historia.Y esta vez sí hubo dos partidos en un solo envase. El primero monopolizado por River. El River del orden simple y los movimientos armónicos asumió el liderazgo del juego en cualquier rincón de la cancha. Enfrente, Boca y sus temores. Ofreciendo un fútbol tímido, resignado a depender de un Maradona inexistente, convertido en una caricatura de aquel inigualable prodigio. Y encima apostando a Solano por izquierda. Un equipo sin línea, expuesto a que Bermúdez y Fabbri se convirtieran en el freno para todos los avances que gestó River desde su propio campo.Pero River cometió un pecado: le faltó el toque fino en los últimos metros como para generar situaciones en proporción al uso y abuso que hizo de la pelota. Astrada fue el eje. Cortando, respaldando y dando salida para Hernán Díaz-Monserrat y Placente-Berti más Gallardo. El circuito se cortaba en Rambert y en Salas y por eso Córdoba no soportó riesgos permanentes.Quizá todo River, dominador soberano del juego, evitó por decisión propia apurarse. Porque se le hizo fácil presionar y apoderarse de la pelota. Y más fácil todavía dejar impresa la superioridad colectiva. Boca pareció someterse mansamente a su inferioridad. La posible fórmula del contraataque por los costados no le funcionó nunca. Y esa diferencia futbolística, en un partido que carecía de estímulos por ese indiscutiblemente superior funcionamiento de River, tuvo respuesta en el cierre de los 45 minutos iniciales, con un gol armado y ejecutado en una ráfaga. Centro de Rambert, cabezazo de Salas y zurdado de Berti que estampó la pelota contra el poste izquierdo de Córdoba.Arrancaron y se transformó notablemente el desarrollo. Veira se animó y propuso un sistema a todo o nada. Tres en el fondo, Riquelme para hacer prolija la salida con Latorre y Caniggia cerca de Palermo. Y se le dio en la primera maniobra elaborada de Boca del partido. Un pase profundo de Latorre y Toresani definió con categoría. Y a empezar de nuevo.River acusó recibo. Y se abalanzó sobre Córdoba. Arruabarrena impidió que le pelota cruzara la raya por un remate de Gallardo. Y enseguida Bermúdez lo empujó a Gallardo: pareció penal claro. Mucho más que la infracción de Fabbri a Rambert en el nacimiento del partido. Elizondo entendió mal y dejó seguir. Y al ratito Hernán Díaz cometió una torpeza increíble. Lo tumbó a Latorre y obligó al árbitro a expulsarlo. Cuesta entender esa reacción de Hernán Díaz. Un jugador útil, por lo que aporta y por experiencia, al rendimiento de River que, aunque sea involuntariamente, perjudicó a su equipo porque dejó semi-inválido al sector defensivo. Hasta el punto de que en el primer tiro de esquina, tras una enorme tapada de Burgos a Caniggia, llegó el cabezazo de Palermo que dio vuelta el marcador. También aquí surge la polémica. Bermúdez, es cierto, obstruyó la salida de Burgos, pero dio la sensación de que no intentó sacar ventaja y por eso Elizondo convalidó el gol.Y se jugó River. Con Escudero en la cancha, con tres en el fondo. Abierto para cualquier estocada. Y se animó más Boca. La pelota partió más limpia con Riquelme-Latorre y contagió a Cagna y a Solano. Y padeció Burgos. Pero también Córdoba, porque Boca ofreció muchos huecos para los viajes de Gallardo y Berti. De aquel monopólico dominio de River se pasó a un ida y vuelta apasionante, sobre todo por el ritmo y las posibilidades de peligro real frente a los arcos.Hubo tiempo para estremecerse con los disparos de Cardetti y Astrada, las salidas de Córdoba, el despeje angustioso de Traverso cerca de la raya, el mano a mano que le ganó Burgos a Solano, las corridas de Caniggia y Palermo. Hubo tiempo, además, para ver cómo River y Boca gastaron sus energías buscando el empate o tratando de asegurar la ansiada victoria.El telón cayó con Boca de pie y River desesperado. Se dio la lógica de la eficacia. Dos goles son siempre más que uno, perogrullo aparte. Y ahí está Boca, puntero solo. Una vez más hizo pesar la paternidad. Otra vez demostró que con la camiseta también se gana. Y que puede soñar con un título. ¿River? River también lo sabe, porque lo sufre.


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