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      El Loco Di Palma volvió para regalar alegría

      Tuvo que luchar con su hijo Marcos para llegar a la punta y luego aprovechó la excelencia de su Falcon. Completaron el podio Emilio Satriano y Guillermo Ortelli.

      Redacción Clarín
      14/09/1998 00:00

      Por supuesto que pienso en ganar, porque ya me di cuenta de que tengo muchas posibilidades.Directo y espontáneo como siempre, Rubén Luis Di Palma, con sus 54 años próximos a cumplir (el 27 de octubre) y sus casi 35 de automovilismo, mostraba con estas palabras un entusiasmo digno de imitar por muchos de sus jóvenes colegas cuando, tras la clasificación sabatina, analizaba sus chances para la carrera.Como tantas, no era una locura esa muestra de fe. Tenía un motivo importante, como fue en este caso que los motores de su rojo Falcon volvían, desde esta carrera, a ser suministrados por Johnny De Benedictis. El mismo De Benedictis que les entrega impulsores a 13 pilotos (casi el 20 por ciento del parque del TC) sin que esta gran cantidad atente contra su gran calidad pues la mayoría son pilotos de punta que hasta ayer le habían dado 4 triunfos. Seguramente entusiasmado con la idea de sumar a esa lista de vencedores a quien en sus años de juventud fue su ídolo, Johnny se animó a decirle a Luis al entregarle el motor: Si el chasis te acompaña, tenés un motor para ganar. El tema chasis era una preocupación para Di Palma, hasta que hace un par de meses incorporó a Angel Carignano y a Miguel Vázquez al grupo de trabajo de su equipo.El cuarto puesto en la clasificación fue la primera señal. Y la lucecita roja de alarma para sus rivales cobró intensidad luego del claro triunfo de Luis en la serie inicial. Tengo un motorazo, reconoció como punto clave para superar al poleman Acuña y a Zanatta. Sin embargo, fue su propio hijo Marcos quien al vencer en la serie más veloz (la segunda) le quitó la posibilidad de largar adelante, aunque cobró forma un hecho insólito en una final del TC, como fue ver largar a un hijo y su padre en la primera fila.Me gustaría que ganase papá. El lo necesita más que yo, porque no le queda tanto tiempo para seguir corriendo, confesó Marcos de cara a la final. Había en sus palabras una mezcla de sentimiento, realidad deportiva e ironía. El sentimiento era el lógico de un hijo hacia su padre. La realidad deportiva marcaba la indudable menor potencia del motor de su Chevrolet frente al Falcon de Luis. El matiz irónico estaba dado por el recuerdo de la promesa hecha por Marcos de devolver en caso de ganar 15 pesos por cada uno de los muchos 10 que recibió en la colecta que le permitió llegar a los 3.000 y pagar la multa por su incidente con Traverso. No obstante, Marquitos también anticipó que iba a correr al viejo como a un rival más.Así fue en pista, hasta que en la quinta vuelta, como buen padre, Luis puso las cosas en su lugar. Deportivamente esto significó que su Falcon asumió decididamente el control de la carrera con una contundencia de la que tomó buena nota Marcos. Ahí comenzaron dos historias diferentes. Para Luis, la de una marcha tranquila rumbo a una victoria a la que personalmente contribuyó aplicando toda su experiencia para sacarle el mejor rédito a un buen auto y a esa particular ayuda que le prestaba Marquitos conteniendo a sus rivales y permitiendo su escapada. En cambio, para Marcos se inició una agitada etapa en la que defendió hasta que pudo (me quedé sin la primera marcha) el lugar de escolta ante Satriano, Ortelli y Traverso. Su resistencia duró hasta la vuelta 18, cuando al salir mal parado de la horquilla lo superaron Emilio y Ortelli. Por entonces su padre ya estaba rumbo a una victoria que, sin distinción de marcas, festejó un público que en cantidad (casi 10.000 personas) no estuvo a la altura de las concurrencias habituales del TC. Un reconocimiento a la voluntad y capacidad de quien, como Rubén Luis Di Palma, es un buen espejo para muchos jóvenes.Luis le dio con este triunfo que movió muchas emociones el sexto triunfo del año a Ford en una carrera entretenida por todo lo que pasó detrás de él. Satriano volvió a sumar kilos sin ganar y Ortelli, solucionado los problemas de carburación que lo aquejaron el sábado, pudo por lo menos descontarle tres puntos a Traverso, quien esta vez no hizo un negocio redondito, aunque, como dijo: tan mal no me fue. Para destacar quedó el silencioso pero efectivo trabajo del Del Barrio y la escalada de Silva. En cambio se fueron en deuda Acuña, Minervino, Ramos y Martínez, que hicieron menos de lo que insinuaron. Por lo menos llegaron, algo que no consiguió Bessone, por problemas de temperatura en su Dodge. El fantasma de los Dodge terminó en un lejano 12 lugar de Salerno. Para la anécdota, una frase de Satriano: Hace tres semanas me ganó un debutante como Silva, hoy un veterano como Luis. Así tan cambiante es este TC. Tal vez sea el secreto de su gran vigencia.


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