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      Boca marcó la diferencia en las zonas decisivas

      El equipo mantuvo siempre el orden, y al compás de sus mejores individualidades, como Cagna, Guillermo, Samuel, Riquelme y Palermo, el último campeón llegó al triunfo con comodidad.

      Redacción Clarín
      08/03/1999 00:00

      La excepción es un episodio común, en nuestro fútbol. Sin aviso previo, sin términos medios. Por eso pasa lo que pasa. Y en el colmo de los disparates, se organiza un partido en esta tórrida época, a la hora menos aconsejable. De la calidad y la excelencia de los espectáculos, ni hablar. Somos lo que somos, tómelo, resígnese o abandone. Da lo mismo. Fútbol argentino o el desvarío constante. Y esto es sólo el comienzo.Y por encima de todo eso, Boca. Un equipo seguro, que maneja acertadamente conceptos básicos para jugar y las individualidades que le aparecen, como debe ser, para construir un triunfo inobjetable. Ahí y así se resume el debut del campeón.No se necesitaba ser un aprendiz de adivinador para darse cuenta a qué ritmo iban a moverse Boca y Ferro. O que se privilegiaría el toque pausado para evitar consumir energías. Y así empezaron (también terminaron), Boca y Ferro, aunque el equipo de Saccardi amagó con presionar en los primeros minutos, pero claro, en el segundo o tercer intento, acusando el ahogo, los volantes y puntas visitantes se olvidaron rápido de esa propuesta.Y entonces entraron a tallar las cualidades de los futbolistas, a sistemas similares y movimientos tácticos idénticos. Dos esquemas en donde el mandato de los técnicos fue distribuir los jugadores en zona. Allí se fueron dibujando las diferencias. La categoría de Samuel, la ubicación de Cagna, los pases preferentemente a uno de igual camiseta de Riquelme, la habilidad creadora del mellizo Guillermo, la presencia intimidatoria de Palermo.El desarrollo lento, previsible porque es imposible exigir dinámica o intensidad, jugando con esa impiadosa temperatura ambiente, ofrecieron una cierta sensación de equilibrio. Ficticio, por supuesto. En la primera pelota que Palermo dispuso frente a Herrera, concluyó en gol. Y a esa altura surgía la impresión de que el digno planteo de Ferro, difícilmente pudiese torcer el marcador, por más que hubo acercamientos rumbo a Córdoba: Mandra despilfarró una buena posibilidad y en otra, tras un tiro libre de Mandra, Córdoba llegó antes que Sartori. Porque Boca, ante la necesidad de Ferro, contaba con más espacios y cada vez que encaraba Barros Schelotto se presentía el peligro para Herrera. Una constante que desembocó en la mayor y más emocionante jugada cuando el reloj marcaba el minuto 40 del segundo tiempo: Guillermo interrumpió un mal pase, picó, fue amagando, dejando rivales vestidos de verde parados como estacas, gambeteó a Herrera y le puso la cuota de fútbol exquisito a este estreno de Boca: golazo. Golazo para recordar.En medio (entre el gol inicial y el de cierre) el nivel de juego fue parejo en la posesión de la pelota y desparejo en el control del partido. El esfuerzo de Ferro por hacer circular el balón prolijamente se desvanecía contra Samuel, Bermúdez, Arruabarrena, Traverso. Si algo debe rescatarse del conjunto de Saccardi es su generosidad inclaudicable a despecho del potencial ajeno. Y en medio, además, se pudo disfrutar de esa excelente maniobra gestada por Pereda (casi un calco de la que hizo después el mellizo) y mal concluida (pifió el remate ante Herrera). O ese otro ataque en el cual el arquero de Ferro impidió que Riquelme festejara al taparle un pelotazo franco, tras un encuentro coletivo a un toque, en la que participaron Ibarra y Palermo. Y la resolución de Palermo, que aprovechó una cesión precisa de Riquelme (la línea defensiva visitante quiso achicar y como normalmente sucede en nuestros equipos siempre alguno se distrae y habilita) y perforó la resistencia de Herrera.Tres goles, la capacidad colectiva que parece intacta, el peso de los apellidos para imponer temor, la sobriedad en los movimientos defensivos, el impulso ganador sostenido en la confianza. Argumentos determinantes para entender tamaña diferencia. Para demostrar, que Boca se calza el rótulo de candidato con comodidad y solvencia, aunque apenas haya rodado noventa minutos (bah, es un decir, porque Sequeira decidió el final tres minutos antes). En un día en que el desorganizado fútbol argentino entregó otra prueba de sus inagotables recursos para estar a contramano de la lógica. O para no traicionar lo que verdaderamente somos.


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