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      Boca se convirtió en una máquina de hacer triunfos

      El equipo de Bianchi tuvo una excelente semana. Goleó a Ferro y a River y ayer volvió a demostrar su contundencia frente a Gimnasia. Los goles los anotaron Palermo y el Mellizo.

      Redacción Clarín
      14/03/1999 00:00

      La fiesta preparada por los jujeños salió casi perfecta. Porque Boca visitó la ciudad y vinieron a verlo desde todos los rincones del norte argentino con la esperanza de gozar en vivo a Palermo, al Mellizo, a Riquelme y al resto. Y con la esperanza de bajarlo, de terminar con el récord y la contundencia de un campeón imparable. Pero cualquier intento parece en vano. Al menos lo fue para Gimnasia, que aguantó mientras pudo y murió cuando se estaba animando al desafío de voltearlo.Vale empezar con una paradoja: justo a la bandera de la contundencia del fútbol argentino que hoy es Boca, le costó quebrar y golpear a un equipo, como Gimnasia de Jujuy, empecinado en hacer beneficencia con los rivales. Sobre todo por lo poco -y mal- que hicieron Piro y José María Paz, quienes cometieron errores inconcebibles para jugadores profesionales.Boca no fue Boca en el primer tiempo. ¿Por qué? Primero porque le faltó sorpresa por los costados, debido a que los laterales se soltaron muy pocas veces. Y sólo mantuvo sus pilares del éxito en el equilibrio de Serna, que corrió, quitó y relevó. Y también en Riquelme, que cuando tuvo la pelota la jugó como el mejor Riquelme: siempre bien. Pero su tarea no brilló más porque ni Guillermo Barros Schelotto ni Palermo lograban desequilibrar en el área de los jujeños. Palermo estuvo bastante bien controlado sobre la izquierda, pero logró escaparse de las marcas sobre la derecha. Y se las ingenió para pegar un tiro en el travesaño, en la jugada más peligrosa del primer tiempo. El Mellizo, mientras tanto, estuvo más empecinado en discutir y en protestar que en jugar.Lo de los jujeños fue muy llamativo. no sólo por las incongruencias de los defensores Piro y Paz, sino porque de la mitad para arriba no generaron ninguna situación de gol. Pareció que Gimnasia había entrado a la cancha condicionado psicológicamente por los antecedentes de Boca. Pareció que la presencia del campeón lo intimidaba. Y sus buenas intenciones de salir a jugar y de atacar -al menos eso declaró su técnico Manfredi- se diluyeron en pelotazos que hacían más sólida, más granítica, a la defensa del equipo de Bianchi. Antuña era el que más quería y al que menos le pesaba el partido, pero no podía hacer más que correr, luchar, pelear.Igual Boca nunca se desesperó. Y tampoco se preocupó. Excepto cuando amonestaron a Palermo, quien llegó a las cinco amarillas y no podrá jugar contra Argentinos. Pero después, todo Boca hizo un trabajo de orfebre: lento y con paciencia desgastó cada una de las piezas contrarias hasta aniquilarlas. Y a los 17 del segundo, recurrió a una fórmula que muy pocas veces falla: pase preciso de Riquelme para Palermo, que le ganó por primera vez en el área a Aguírrez -hasta ahí el más firme de la defensa- y fue gol. El número 23 en 21 partidos jugados. Pero como Boca es insaciable, enseguida volvió a desenfundar y el Mellizo -su otra arma letal- se mandó una de las suyas para amagar en el área ante Aguírrez y Paz y definir cruzado frente a Castellano. Golazo.Conclusión: Boca no pudo cuando Gimnasia hacía agua y lo hundió cuando había salido del acoso y parecía estabilizado en la superficie. Como para no confiarse, porque Boca pelea con soberbia y sobriedad hasta el final. A lo campeón.


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