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      Boca no fue el mismo de siempre

      Gimnasia, que hizo un planteo netamente especulativo, se puso en ventaja con un gol de Yllana. Riquelme, la figura, igualó con un espectacular remate. Así, Boca -pese a que sintió las ausencias y abusó de la búsqueda de Palermo- conservó el largo invicto y sigue compartiendo la punta con River. Y el equipo de Griguol alcanzó su objetivo.

      Redacción Clarín
      29/03/1999 00:00

      Si hay resto, respaldo o convicciones, la cuerda se puede estirar. Y hasta es posible mantener el éxito deportivo despreciando contratiempos y contrariedades. Pero hay un límite. Este Boca de Carlos Bianchi, campeón, dueño de la racha invicta más extensa de su historia, con Román Riquelme, el gran estratega, en su máximo esplendor, con Guillermo Barros Schelotto, un puntero imparable por habilidad y viveza, con Martín Palermo, el goleador, en la cumbre de sus aciertos, con Walter Samuel, un impecable bastonero defensivo, con el incansable Diego Cagna a pleno, y Córdoba, y Serna, y todos los otros, había arrancado este Clausura sobrando las circunstancias, muy por encima de los otros. Porque quebrada la ansiedad con el título conquistado era tiempo de dejar volar la solidez que se había tejido con humildades y talentos. Y hasta habían aparecido los lujos -junto con los goles- en las primeras tres fechas.Tan bien venía todo que la cuerda se empezó a estirar. Por causas ajenas al equipo le clausuraron la Bombonera. Bianchi dijo: No hay que llorar. Y no lloraron. Lo supendieron a Palermo y nada. Entró Giménez, jugaron por abajo, la rompió Guillermo y Riquelme fue figura y goleador. Entonces, le pidieron a Cagna para la Selección y Bianchi dijo: Es un honor. Igual que cuando Bielsa designó a cinco y Pekerman a dos y se fueron los tres colombianos, y hasta Pereda, a Perú. No iba a estar el despliegue de Cagna contra Gimnasia y no hubo drama. Se sumó una leve lesión del Mellizo, y tampoco. Todo se puede suplir con la convicción, pensó Carlos Bianchi. Pero la cuerda ya se había estirado demasiado.Varias certezas dejó el empate en uno de la cancha de Vélez. Que este Boca se está acostumbrando al protagonismo, por ejemplo. A pura madurez. Ahora inicia la búsqueda con calma, con toques, con variantes, por abajo, con vocación de ataque, como en el primer tiempo, y a pesar de la derrota parcial. Pero también quedó claro que las ausencias de Cagna y, en particular, la del Mellizo, fueron más notorias que la de Palermo. Porque Guillermo vale por él y por lo útil que le resulta al nueve. El desborde y el centro atrás son fundamentales en el fútbol, y vitales para los cabeceadores-goleadores. Se vio ayer.Por eso el pulcro comienzo de las maniobras comandadas por el cerebral Riquelme se diluían en los últimos metros con los centros poco útiles, los bombeados sobre el área, los que los defensores esperan de frente, los más fáciles. Esa fue otra evidencia. Y, además, la actitud mezquina de Gimnasia. Quizás asustado por la montaña de goles recibidos o por el prestigio de Boca, pareció jugar a la lotería de un acierto como único premio. Y cuando acertó Yllana con el estupendo zurdazo cruzado (palo y adentro) que sorprendió a Córdoba, lo que siguió fue el amontonamiento en las cercanías de su área, con dos líneas de cuatro bien pegadas, con algún lanzador intermedio, con Reggi como llanero solitario, arriba, y con un desprecio absoluto por el destino de la pelota, sin el menor pudor.Boca, en desventaja y con el rival arrinconado en su campo, tuvo que empezar a remar. Y aunque la figura de Riquelme crecía, por inteligencia, por astucia, por pegada, por cambios de frente -y también la de Noce, por los remates que le paró-, seguramente habrá empezado a añorar a Guillermo. Porque faltaba la explosión en los tres cuartos, faltaba alguna pared en el área, faltaba el desborde que Giménez, atropellado, no lograba. Y tampoco los laterales lanzados al ataque. La tentación-Palermo se hizo fórmula. De Serna, de Basualdo, y, a veces, hasta del propio Riquelme. Y eso facilitaba el trabajo de San Esteban-Cufré y el negocio de Gimnasia.En la segunda parte retornó para Boca el fantasma de la ansiedad vencida. Y junto con las demoras exasperantes de Gimnasia, el tesón de Yllana y la seguridad de Noce, empezaron a cerrarse los caminos. Hasta que Riquelme -el dueño de la claridad- resolvió por cuenta propia con un precioso disparo al ángulo izquierdo desde fuera del área. El broche para su gran actuación. Pero Riquelme -aun cuando Griguol lo hiciera entrar a Larrosa para seguirlo hombre a hombre- pareció una estrella solitaria en un desarrollo sin mayores precisiones futboleras. Boca quería y no podía. Gimnasia ni quería ni podía. Así se fue de largo el partido.La conclusión dice que, al cabo, Boca salvó el largo invicto y la punta. Y que Gimnasia concretó su operación-empate. Pero también incluye a Boca-Bianchi en el viejo adagio: si la cuerda se estira demasiado hay riesgo de que se corte. Lo firman esta vez Diego Cagna y, especialmente, el mellizo Guillermo Barros Schelotto.


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