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      A Boca le alcanzó con un rato para seguir su marcha

      Palermo marcó dos goles. Y el tercero lo concretó Riquelme. El equipo de Bianchi encontró resistencia de los pibes de Vélez hasta el primer tanto. Después ganó con comodidad.

      Redacción Clarín
      03/05/1999 00:00

      El tiempo de las formas y el análisis quedó archivado, incontrastablemente. Las memorias, las que se activen obviamente, podrán registrar el resultado. En el recuerdo quedarán marcados la voracidad de Palermo para gritar goles, el toque fino y las pisadas indescifrables (para sus rivales) de Riquelme, el incuestionable crecimiento como defensor- jugador de Arruabarrena, la capacidad de Cagna para correr bien y no correr mucho, que es distinto. El ordenado y calculado esfuerzo del resto. La estadística que aumenta, enalteciendo la campaña. Ah, sí, y la firmeza de Abbondancieri para resolver a favor de su equipo, la única jugada en la que Vélez puso un jugador en condiciones de quebrarlo.Boca le respondió a las necesidades de la ocasión. Reduciendo el partido a escasos veinticinco minutos. Hasta que Palermo, ducho en eso de aparecer en el momento justo y en el lugar adecuado, empujó el centro de Arruabarrena y decidió el marcador. Antes, el equipo de circunstancia que puso Vélez trató de resistir con bastante valentía en el medio, apretando a Riquelme, ahogando a Cagna, obstruyendo a Pereda, con un pequeño ejército de petisos (Falcón, Buján, Marangoni) dispuestos a combatir por el uso de la pelota, con bastante atrevimiento. El planteo de Vélez dio hasta la medida de sus juveniles jugadores. Salvo Pandolfi, capaz de generar por sí mismo alguna maniobra punzante (Cordone nunca fue su socio ni socio de nadie), el arsenal ofensivo del equipo local fue menor.En el inventario puede quedar asentado que el pibe Marangoni dispuso de una chance neta (feliz intervención de Abbondancieri) y que el desarrollo posterior pudo modificarse. Una conjetura más de las tantas que se producen en el fútbol. El fútbol acepta las utopías pero suele vivir de realidades. Y la realidad entregó que Boca, aún con la oposición de Vélez, pese a costarle ubicar la ruta atacante porque Barijho no es Guillermo, contra la lucha atenta de su rival, en cuanto generó y contó con la posibilidad de convertir, la aprovechó y liquidó el partido.Después, nació otro tipo de juego. Y apareció la distancia que existe entre un equipo seguro y maduro frente a otro inexperto y ansioso. Porque las diferencias se empezaron a ensanchar, como correspondía, claro. Boca en ventaja es duro de romper y paciente para ir. Va Riquelme usando su manejo, sube Arruabarrena para utilizar el fondo de la cancha (como en el gol), acompaña Traverso (aunque termine tratando de acertar un centro en la cabeza de Palermo), Serna lucha, Pereda también acompaña y Cagna desempolva su viveza para ver un hueco, pide la pelota, despacha el pase alto y Palermo termina su obra de artillero inigualable, con un frentazo demoledor.El gol de Riquelme, el tercero, concretado por la unión exacta de su pie derecho con la pelota, que terminó incrustada suavemente al lado del poste izquierdo de De La Fuente, clausuró el presunto desafío. Boca inició el desfile del balón de un sector al otro. Riquelme se estacionó a la izquierda, ingresaron Basualdo, el mellizo Gustavo y Giménez para aportar oxígeno y movimientos tácticos, pero eso se transformó en simples matices en la búsqueda del final.El desgaste físico de los chicos de Vélez sirvió para demostrar el valor de la dignidad. Intentaron y no encontraron respuestas. Entregaron lo que pudieron, en todos los niveles, afanosamente. Hasta que su carretel futbolero no tuvo más resto.Fueron más de treinta minutos que transitaron entre el descanso de Boca protegiendo la pelota, la fiesta de la gente (la del puntero, por su alegre presente, la de Vélez, esperanzada con un futuro de Copa) y la mirada permanente al reloj, para que la faena concluyera pronto.River está en el calendario de Vélez (el miércoles) y de Boca (el domingo). Para el líder del Clausura será, presuntamente, un filtro riguroso en su marcha al bicampeonato. Aunque a esta altura, Boca ya no necesita dar exámenes que determinen sus cualidades. Es lo que es y está a la vista: lo ratifica prueba tras prueba. Dejando la sensación de que un resultado mejor o peor no le va a trastocar sus objetivos. Aunque quizás ésa sea la única incógnita (superar una derrota) que le queda por resolver. Al cabo, pura fantasía, porque a la hora de la verdad, Boca va cruzando todas las fronteras. Una a una. Con sus recontraconocidos argumentos. Jugando a lo que puede y a lo que debe. A veces da margen para el cumplido; otras, como en este partido, para el reconocimiento. Porque es el mejor y lo demuestra.


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