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      River goleó con el fútbol y la magia de Saviola y Aimar

      El equipo de Ramón Díaz quedó transitoriamente en la punta. Saviola (2), Aimar y Angel marcaron los goles. Romagnoli hizo el de Estudiantes, que malogró un penal cuando iban 0 a 0.

      Redacción Clarín

      Es para creer este River. Es para ilusionarse con este Saviola mágico, audaz a los 17. Es para entusiasmarse con este Aimar que regala fantasías. ¿O acaso qué equipo del fútbol argentino puede jactarse de contar con un dúo que acumule tanto talento, capaz de cambiar la historia de un partido que venía complicado como el de ayer en La Plata, ante Estudiantes? Es para creer porque, además, es el único puntero al menos hasta esta tarde.Antes de las luces de Saviola y Aimar hubo otra historia. Cuando a los 25 minutos Astrada fue al piso con la intención de quitar aunque el precio fuera tirarla afuera y rasparse las rodillas, las características iniciales del partido quedaron claras: más forcejeos que inspiración, más lucha que lucidez, más fuerza que juego. Incluso desde la tribuna visitante, los hinchas de River se contagiaron y sus gritos exigían entrega. Un símbolo proyectado sobre el campo de juego. Así, hubo escasez de espacios y de jugadas claras. Por eso, hasta que surgieron Saviola y Aimar en su mejor expresión, River no podía escaparles a las incógnitas que había generado ante Colón (2-2, en Núñez). Después, con ellos, apareció el River-candidato. Estudiantes, mientras tanto, nunca consiguió convencer a su gente de que es capaz de gambetear su irregularidad.Dentro de esas constantes se jugó al comienzo. O se peleó. Ni siquiera el penal -discutida infracción de Yepes- desviado de Quatrocchi modificó el contenido. Estudiantes siguió firme en su idea inicial: neutralizar al dúo Aimar-Saviola; después, crear a través de Farías. River tampoco varió: su sociedad de creadores intentaba, pero sólo la precisión de Aimar entregaba ilusiones de desequilibrio. O la posibilidad de alguna osadía de Saviola.Entonces, la cuestión pasaba por los espacios. Y dos sensaciones sobrevolaron el campo de juego: 1) Cuando Aimar o Saviola encontraran el resquicio, el triunfo de River quedaría al alcance de la mano. ¿Qué hacía el equipo de Ramón como alternativa? Apenas un movimiento táctico. Adelantaba a Sorín -se retiró con un golpe; reemplazado por Placente en el comienzo del segundo tiempo- al medio y liberaba a Escudero de las obligaciones de la marca. 2) Cuando la línea de tres que propuso Ramón Díaz diera un paso en falso, Estudiantes coquetearía con la victoria.Dentro de ese envoltorio conceptual, River fue el que encontró, en su dúo de magia, el argumento para ganar. Cuando hubo espacios, aparecieron los goles y el buen juego. Primero, se juntaron sobre el epílogo de la primera mitad y produjeron un mano a mano en el que Saviola no pudo con Andersen. Más tarde, el turno de dejar de lado las insinuaciones y ejecutar. Y de los goles, claro. Apareció Saviola para destrabar todo. Primero, con un toque exacto, bajo. Después, sumó amagues y una gambeta larga ante el arquero previo a poner el 2-0. Apareció Aimar, también. Primero, para definir un jugadón colectivo, casi para cerrar la cancha. Después, para habilitar a Angel y poner el 4-1. En el medio, había descontado Estudiantes a través de un disparo misilístico de Romagnoli. Pero a esa altura, su gente disfrutaba. Instalaba su fiesta, con feliz cumpleaños incluido para Ramón. Sustentada en la frescura de sus pibes. De este Saviola, pura osadía. De este Aimar, puro talento en crecimiento. Un River para creer.


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