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      River: terminó la noche y nació su fiesta

      Aimar y Angel marcaron los goles, uno en cada tiempo. El triunfo del equipo de Ramón fue justo y ahora sigue firme en la lucha por el título, junto a San Lorenzo. Boca sufrió mal de ausencias.

      Redacción Clarín

      La euforia, largamente demorada, de River fue legítima. Y más para este River made in Ramón, acostumbrado a bajar la cabeza invariablemente ante Boca. Previsiblemente, con el 2 a 0, explotaron hasta convertirse en rugidos, los gritos victoriosos de cada hincha. Todo un espectáculo para ver. El resultado también fue legítimo. Adornado con dos golazos que embellecieron el juego y que sirvieron para disimular la opacidad de noventa minutos poco atractivos, si de fútbol del bueno se pretende. Esas sensaciones quedaron grabadas en cualquier testigo imparcial, en esa caldera en que se tranformó el Monumental y en el que hirvió la pasión (la buena y la mala) que puede provocar un superclásico, con los dos equipos coqueteando con la punta y el título.El atrevimiento de Aimar, un rayo cuando se lanzó a gambetear hacia adelante; la compañía que le ofreció Saviola, encarando y apuntándole a Bermúdez sin complejos; la presencia de Astrada para respaldarlos, el criterio para ocupar la franja izquierda de Placente, y la solidaridad de Angel para ir, retroceder, distraer, le sirvieron para asustarlo a Boca en el arranque: disparo de Saviolita que hizo dar la pelota contra el poste derecho de Córdoba. Con esos jugadores, River marcó la diferencia en la mayor parte de los primeros 45 minutos. River avanzó más, dependiendo de los encuentros Saviola-Aimar-Angel, amenazó más, creó la sensación de romper el fondo de Boca, pero Córdoba no pasó tantos sobresaltos. Porque River no usó con frecuencia los costados, hasta que Astrada le metió un buen pase a Aimar y Aimar resolvió con sabiduría: toque suave, a colocar, que evitó el manotazo de Córdoba y puso un 1 a 0 lógico y justo.oca entró rengo (sufrió en cada instante las ausencias de Serna y Guillermo), sin presencia en la mitad de la cancha. Reducido Riquelme por las marcas escalonadas y falta de compañía, que lo obligaron a jugar la pelota larga, tratando de localizar al solitario Palermo, el 10 no gravitó. Navas aportó poquito en ofensiva, Pereda luchó para recuperar pero no entregó con precisión, Cagna estuvo lejos de Bonano y Gustavo perdió siempre. Boca fue casi una caricatura de ese equipo sobrio y contundente, reconocido y exaltado por su regularidad. La mejor prueba fue que mandó una sola vez la pelota contra Bonano.Esa tenue pero mejor imagen de River, se modificó en el complemento. Todo River se predispuso para esperar y contraatacar, suponiendo quizás que con la velocidad de Saviola, el acompañamiento de Angel y las habilitaciones de Aimar podían sorprender a Traverso, Bermúdez y Samuel si estos quedaban lejos de Córdoba. Pero no ocurrió nada o algo parecido. Aimar apareció aisladamente en los últimos 45, Escudero (siempre tan esforzado como tumultuoso) arribó menos a posiciones ofensivas, lo mismo que Gancedo y Placente. Y fue tan así, que el segundo gol, otro golazo, surgió de una maniobra donde la tocaron varios y la resolvió con un espléndido disparo el colombiano Angel.Antes del gol definitivo, Boca asumió otros riesgos, pero dependiendo de lo que Riquelme pudiese aportar con su manejo. Porque a Palermo lo rodearon y cercaron Trotta y Yepes, Moreno por el costado izquierdo -pese a la fragilidad de Lombardi- no generó jugadas importantes, como tampoco los adelantamientos de Cagna y Navas o Traverso y Arruabarrena. Sin embargo, Boca forzadamente, descansando en algún cabezazo salvador, primero pudo empatar (lo tuvieron Arruabarrena y el mellizo Gustavo) y después achicar la diferencia. Y hubo razones para eso. El exagerado retroceso de todo River, dispuesto a resistir cerca de Bonano, con el único objetivo de que pasasen los minutos y apoderarse de los tres puntos. Se entiende que la necesidad de ganar como sea prevaleció. Y le salió redondo a River, porque Boca fue menos Boca que otra veces. Bastante menos Boca. Y porque Bonano sostuvo su nivel, tapando un toque de Traverso y desviando un violento pelotazo de Riquelme con el cierre encima. fue el fin de esa noche larga que padeció River frente a Boca. Claro, es natural que los resultados negativos no iban a durar eternamente. Lo que empieza, termina. Y, curiosamente tal vez, el equipo de Ramón torció la racha en un partido al que tapizaron con fútbol los menos: Aimar, Saviola, Angel, Astrada, Bonano, está dicho, por momentos, más la tarea del resto, con altos y bajos. Suficientes para expulsar el estigma. Este Boca, mezcla de orgullo sin capacidad colectiva, exhibió su mala cara. Extrañó fuertemente a sus ausentes y no dio respuestas. Le tocó la mala, habrá que ver cómo sale. Porque River es jolgorio y promesa de campeonato, con los números a la vista.


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