Noticias hoy
    • Viernes, 29 de marzo de 2024
    En vivo

      River pisó fuerte en Córdoba con un show de goles

      Se puso rápido en ventaja con un gol de Aimar. Pero Talleres empató y luego Bonano tuvo una atajada clave: contuvo un penal. En el complemento, con un hombre más, River fue imparable.

      Redacción Clarín
      22/11/1999 00:00

      La piel está húmeda de soportar tanto agobio climático y futbolístico. El corazón palpita a un ritmo infernal. Las venas, donde corren glóbulos rojos y blancos con la velocidad de un fórmula uno, se hinchan tras cuatro gritos y el desahogo por un penal atajado. La explosión, al final, es estremecedora, ardiente, pasional. Es un hincha. El hincha. Todos los hinchas. De River. Del equipo de Ramón. De los ángeles de Ramón (Aimar, Saviola y ayer se agregó Guillermo Pereyra). Del puntero más puntero del campeonato que pasó el partido-bisagra con una goleada en Córdoba (donde no le ganaba a Talleres desde hacía 9 años) y va con toda la furia a encarar los últimos cuatro pasos que lo distancian del grito más preciado.Fue la victoria más sufrida y la victoria más gozada. Porque en dos momentos clave pareció que Talleres lo tenía contra las cuerdas y listo para darle el golpe de gracia. Sin embargo, en el anunciado y débil remate de Gigena que le permitió a Bonano desviarle el penal, como en la infantil expulsión de Cristian García (el asistente Rattalino le informó a Sánchez una agresión a Trotta), el equipo cordobés dilapidó todas las chances que tenía para llevarse los tres puntos que le hubiesen puesto otra vuelta de tuerca al torneo.El primer tiempo tuvo buen ritmo, muchas imprecisiones y dos golazos. El de arranque, de Pablito Aimar, clavando un tiro libre que pasó una barrera mal formada, tuvo precisión, potencia y sorpresa (pique al suelo antes de meterse contra el palo más lejano de Cuenca). Ahí River se puso el traje que mejor le queda -el del contraataque-, pero en lugar de empezar a manejar la historia del partido se fue metiendo cada vez más cerca y peligrosamente de Bonano. Aimar se le escapaba a Avalos corriéndose a la derecha y encárandolo a Humoller o a García. Pero ni Saviola (ausente hasta su gol) ni Angel (en el primer tiempo, desperdició; en el segundo, aportó) sintonizaron la misma frecuencia. Y River quedó partido al medio. Para colmo, Talleres empezó a repiquetear por el sector de Lombardi hasta transformarlo en un flan. Tanto que motivó el reemplazo del número cuatro. Y también a ganarles las espaldas a Coudet y a Sorín. Tanto que Astrada, de la bronca, tiró dos pelotas afuera en el primer tiempo o le recriminó a Coudet a la vista de todos, en el segundo.El bombazo de Gigena a un ángulo, entonces, no hizo más que poner una cuota de justicia. Y si River no se fue al vestuario con una derrota parcial se debió pura y exclusivamente a la gran actuación de Bonano: además del penal, sacó una media tijera de Oliva y un cabezazo de García que tenían demasiado olor a gol. Con el 1-1, Talleres alcanzó el protagonismo que River no supo -ni pudo- sostener. El cuadro cordobés primero lo contuvo al puntero sosteniéndose en el ida y vuelta de Lillo (escapando de Sorín). Y después lo preocupó, con las pinceladas cargadas de fútbol, aún intermitentes, de la Lora Oliva.Talleres continuó siendo el dueño de la pelota en el comienzo del segundo tiempo. Los volantes de River seguían sin hacer pie. Y el sector de Lombardi y Trotta era una invitación a que lo atacasen. Ramón se dio cuenta y, como muchas veces se lo criticó por hacerlos mal, en ésta hay que reconocerle el mérito: acertó con los cambios. Entró Guillermo Pereyra para jugar por derecha y Coudet se fue al otro lado. Ingresó Sarabia y no sufrió como con Lombardi. En el medio, la expulsión de García le allanó todo el camino. Porque River dejó de lado su actitud temerosa (hasta con un hombre más estaba metido atrás) y en tres jugadas liquidó el partido.Ahí hizo valer su tesoro más valioso: la contundencia a la hora de definir (con 34 tantos es el equipo más goleador del campeonato). A los 19, no pudo Angel (le sacudió las manos a Cuenca) pero sí Saviola. Recibió de Aimar y, en la primera que tuvo, no perdonó: clavó el 2-1. A los 23, Guillermo Pereyra convirtió con la cabeza el 3-1 que no había podido meter con el pie. Y a los 28, no llegó Angel pero sí otra vez Pereyra. El 4-1 quedó sellado a fuego.Talleres levantó la bandera blanca y ofreció su rendición. Y River, con un dispositivo interesante en la cancha (Pereyra-Astrada-Zapata para defender y el triángulo Coudet-Aimar-Angel para atacar) se dedicó a hacer circular la pelota. Si hubiese apretado el pie en el acelerador un poco más, otros números hubieran cerrado esta victoria. La más sufrida, la más gozada.


      Tags relacionados