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      River juega poco pero camina firme hacia otro título

      El gol del triunfo lo marco Escudero, en el primer tiempo. El partido fue pobre y River sufrió, pese a que Racing terminó con nueve jugadores por las expulsiones de Ubeda y Liendo.

      Redacción Clarín

      La escena pareció patética. Faltaban dos minutos para el final. La gente de Racing, allá en la cabecera Centenario, hacía el ejercicio que mejor conoce en muchos años: celebraba su propio estoicismo frente a la interminable cadena de frustraciones, como si se tratara de un acto de fervor-masoquista. Racing, claro, perdía 1 a 0. El resto, absolutamente riverplatense, contenía la respiración rogando el último pitazo del árbitro Sergio Pezzot ta. Por entonces los visitantes estaban jugando con 9 jugadores (por expulsiones de Ubeda y de Liendo) y, sin embargo, apretaban con coraje a un rival abroquelado, incapaz de hacer valer su superioridad numérica e incapaz de mostrar los rasgos aproximados de quien -a pesar de todo- empezaba a probarse el traje de campeón.Unos gritaban en una derrota, los otros esperaban para expresar el desahogo numérico. Porque si todo terminaba así quedarían a cinco puntos de Boca, a tres fechas del final: casi un certificado. Entonces, poco importaba lo que ocurría en la cancha desde el punto de vista futbolero, es decir: juego, ideas, gambeta, toque, audacia, combinaciones, elegancia, potencia, seguridad, historia. Porque salvo la notable solvencia de Roberto Bonano, nada de eso estaba en exposición. Fue ahí cuando algún neutral pegó el alarido: Se murió el fútbol. Y si no fuera por la pasión que siempre renace o por el sonido que llegó después cuando el resultado consumado proclamó el casi título de River y las voces hablaron de eso, y de la victoria, y de la ventaja, y de las cargadas a Boca, se le podía haber creído. Claro que sí. Por lo que mostraron River y Racing y por la irremediable conformidad de sus hinchas, mucho se pareció esto de ayer a la muerte civil del fútbol. Pero como las pasiones no mueren, y como los Saviola, los Aimar, y los Estévez y hasta los Delgado (jugó un tiempo para el olvido y luego reaccionó) en cualquier momento pueden recuperar sus esplendores, y los equipos, sus responsabilidades ante sus propias tradiciones y ante la gente que los sostiene, habría que decir, piadosamente, que el fútbol se durmió. Y que, tal vez, despierte.Pero, mientras tanto, se come lo que hay, como se dice en tiempos de pobreza. Y lo que hay es que River gana como puede, pero gana. Y los de atrás no ganan siempre, y se quedan en el camino. La ecuación más profunda expresa que, en total, el puntero no juega bien, que en los últimos tres partidos en su propia cancha (Newells, Gimnasia y Racing) ni siquiera tuvo el rol protagónico, el control de la pelota, algo impensable en otras épocas. Pero la misma ecuación dice que los rivales no terminaron de encontrarle la vuelta al destino final de esa pelota conseguida y cuando la encontraron, ocasionalmente, tropezaron con la seguridad de Bonano. Entonces, si River no ofreció mucho, los rivales no fueron mejores en el balance.Racing cumplió su turno con el entusiasmo de aquel que quiere salvar su parte enturbiando la parte del otro. Y tomó la iniciativa del juego apoyado en un medio campo batallador con Bastía, Lux y Monserrat, más el achique de Falaschi (frente a Saviola), y el armado a cargo de la frialdad de Sixto Peralta. Pero como Delgado parecía ausente (los zapatos blancos hacían más previsible su gambeta), las posibilidades se diluían en la llegada al área. Entonces, se insinuaba mejor pero no resolvía.Se sabe que este River de hoy depende de los chispazos geniales de la dupla-pibe Aimar-Saviola y del acople de Angel. Si el trío está bien controlado o no funciona por razones cualesquiera la situación se complica. Y se complicó ayer. Porque Saviola -quizás extenuado, quizás golpeado- tuvo una tarde negra. Y Aimar acertó poco. El colombiano Angel dijo presente una vez, y su desborde terminó en el gol de Escudero que alcanzó para la victoria. Como no funcionó la creatividad el aguante lo hicieron entre Placente, el mejor jugador de campo, y la regularidad simplificadora de Astrada, más algunos intentos individuales de Gancedo. Nada más. Sin embargo, con ese escaso bagaje River se encontró con la ventaja. Y decidió sostenerla.Salvo dos llegadas seguidas de Aimar (la picó y se fue por arriba) y de Gancedo (gran tapada de Cáceres), casi nunca se acercó River en el complemento. Y como Delgado creció en su rendimiento, Racing se volcó en ataque. Con más fervor que claridad. Incluso cuando tuvo uno y dos jugadores menos. Pero lo frenó Bonano.A River poco le importó que el fútbol se durmiera. Porque el título está a la vista.


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