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      River mantuvo el invicto cuando se le venía la noche

      Estudiantes desnudó los serios errores defensivos de su rival y estuvo cerca de dar el golpe en el Monumental. Pero se quedó con un hombre menos y River, a puro empuje, festejó la igualdad.

      Redacción Clarín

      Según se ve, el fútbol es una contínua moraleja para los que se atreven a destacar, pronosticar, aseverar o anunciar. El arranque del River de Américo Gallego hacía presumir un desarrollo cómodo, equipo con variantes de nombres, con Aimar y Saviola recuperados después del Preolímpico, con Bonano como garantía, con Angel enchufado en la parte positiva de sus vaivenes como un goleador de fino entendimiento con sus compañeros, y con un puñado de chicos que aparecieron para sumar: Zapata, Franco, Ledesma (llegado de Argentinos), Damián Alvarez. Todo pintaba de rosa para River. Y Gallego podía explicar y explicar sus innovaciones tácticas, sus rigores tácticos y todas esas cosas que se pueden destacar cuando la mano viene derecha, aunque venga derecha por la aptitud técnica de los jugadores, por sus propias cualidades y por los toques justos del azar, antes que nada. Pero en los tiempos de vacas flacas, en la era de la escasez de valores, cuando manda el éxito, cuando se cotiza tanto el discurso de afuera como el rendimiento de adentro, alcanzaba con eso para olvidar definitivamente a Ramón Díaz, y a los otros títulos, porque con este nuevo piolín alcanzaba para soñar. Y todo eso.Pero ocurrió que ayer faltó Pablito Aimar (por suma de amonestaciones), solamente Aimar y su toque de distinción, y el River de ayer se pareció -en el primer tiempo, especialmente- a un mamarracho futbolero. Porque no tuvo juego ni tuvo decisión ni aptitudes para alcanzar el protagonismo. Y fue superado por un Estudiantes, este Estudiantes de Eduardo Solari, que tuvo la virtud de no entregarse al papel de condenado por visitante que muchos asumen cuando llegan al Monumental. Con orden, con atención, pero especialmente con voluntad de tocar y buscar los espacios, los platenses se plantaron en el medio, de igual a igual, y no solo tomaron el control del desarrollo. Cuando promediaba la etapa, un perfecto pase recto de Agoglia le permitió a Piersimone dejar en evidencia la lentitud de reflejos de los marcadores centrales de River y quedar cara a cara con Bonano. Cuando lo pasó con la gambeta larga, el arquero le cruzó las manos y el árbitro Sergio Pezzotta sancionó el penal. Juan Brown lo definió con medido disparo junto al palo derecho.Según parece se desató la epidemia de priorizar las posiciones por encima de las características de los jugadores. Entonces, Gallego lo pone a Ariel Franco, marcador lateral, en zona de volantes, y a Leonel Gancedo, como símil-armador, cuando no es la función que mejor registra. Y Angel (extrañó a Aimar) pareció paralizado y Saviola tuvo que luchar solo contra todos en el embudo del área.Había arrancado parecido el complemento. Y Pininito Mas encendía sus apariciones. Pero Gallego decidió quemar naves y los puso a Damián Alvarez (al cabo, la figura) y a Cardetti, por Ramos y Zapata. La paradoja quiso que en el instante de los cambios, en medio de la distracción de los locales, un cabezazo de Farías estampó el segundo. Parecía que la noche de River se extendería, pero dos golpes psicológicos comenzaron a salvarlo: Saviola acertó con un zurdazo cruzado que sorprendió al arquero Tauber, a los 17. Y enseguida se fue expulsado Cardozo por doble amarilla. Entonces, correspondía el partido emotivo. Y vino, nomás. A puro empuje, más la claridad de Damián Alvarez y la gambeta punzante de Saviola, los locales arrinconaron a Estudiantes contra su área. Y lo bueno del equipo de Solari fue que, aun en inferioridad, no abandonó la idea de la contra. Una vez tuvo Farías la posibilidad de aumentar. Y otra, Casartelli (sustituto de Agoglia). Pero fallaron en el mano a mano con Bonano.Cuando Cristian Castillo entró por Gancedo, River era ya un equipo ultraofensivo (si hubiera empezado así quizás sufría menos) que se jugaba al todo o nada. Y arribó al empate casi sobre la hora por obra de Damián Alvarez, quien salió libre en un forcejeo en el borde del área y la cruzó a la red.La moraleja dice que el River sufriente se pareció a uno más del pelotón, que quedó como éxito deportivo un magro empate en su estadio, y que Estudiantes dejó a salvo su dignidad.


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