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      Un ex agente de la CIA relata la conspiración

      Redacción Clarín

      "Ya una vez en la Argentina trató de extraditarme por este delito", dijo Michael Townley el 2 de setiembre de 1992, en un hotel de Annapolis, cercano a Washington, a dos policías chilenos. Fue su primer testimonio extrajudicial en la investigación que el juez Adolfo Bañados hizo en Chile sobre la actividad criminal de la DINA, la policía secreta del régimen liderado por el general Augusto Pinochet.

      Y Townley es quizás uno de los hombres que mejor conoce los secretos del aparato de terrorismo de Estado que instaló el general Manuel Contreras bajo el mando de la junta militar y que lo convirtió en motor de la Operación Cóndor, la coordinación entre los servicios secretos de las dictaduras del Cono Sur para eliminar disidentes.

      Townley se incorporó a la DINA en 1974, al instalarse en Buenos Aires la primera base exterior de los escuadrones secretos al mando del mayor Raúl Eduardo Iturriaga Neumann, jefe del departamento Exterior de la DINA.

      El jefe de la red secreta en la Argentina era Enrique Arancibia Clavel, quien huyó de Chile después del asesinato del comandante en jefe anterior a Prats, el general René Schneider, el 24 de octubre de 1970.

      Su primera misión fue vigilar a los chilenos que buscaron refugio en la Argentina después del golpe militar de setiembre de 1973 contra Salvador Allende. Uno de los hombres más estrechamente vigilados fue el general Carlos Prats, quien hostigado y amenazado de muerte, decidió salir de Chile.

      A pesar de vivir en condiciones de máxima austeridad, y sin contacto político, le negaron el pasaporte chileno con el que esperaba viajar primero a Brasil y luego a Europa.

      Prats no quiso viajar con pasaporte argentino. Reivindicó su orgullo de soldado y de chileno. El 30 de setiembre lo vivió junto con sus amigos. Una película, "Pan y chocolate", y luego una sencilla comida para regresar a casa a la medianoche, parar el auto frente al 3351 de la calle Malabia, en Palermo. Fueron los instantes previos a que la bomba activada por control remoto hiciera estallar en añicos los cuerpos del general y de su mujer.

      No había luz en la calle. Más extraña fue la aparición de un alto jefe policial pocos minutos después del atentado. El juicio fue una burla, a pesar de que el jefe del FBI, Robert Scherrer, investigó por su cuenta y fijó su atención en Arancibia Clavel.

      Este fue detenido en noviembre de 1978, acusado de espionaje en momentos de la cuasi guerra entre la Argentina y Chile por el Beagle. Para evitar lo peor, Arancibia Clavel se declaró combatiente de la "única guerra": la antisubversiva, abrió un compartimiento secreto en un mueble de su comedor y sacó las copias de todas las órdenes secretas que recibió del cuartel general de la DINA en Santiago.

      En 1986, cuando el denodado esfuerzo de Scherrer (que lo llevó en abril de 1978 a detener a Michael Townley) y el de las tres hijas del matrimonio Prats había logrado unir piezas del crimen, el archivo de la DINA de Arancibia, que se hallaba escondido en el archivo judicial argentino, fue descubierto por esta corresponsal. Allí estaban las cartas manuscritas sobre la detención y desaparición de cientos de chilenos y la asociación —con el SIDE, SIE y el Grupo Milicia— para ocultar restos, asesinar a disidentes en Europa y el montaje de una máquina de secuestros (de empresarios argentinos) y muertes en la que participaron el grupo italiano Avanguardia Nazionalista, de Stephano Delle Chiaie, y el grupo anticastrista cubano Cero, de los hermanos Novo.

      También fotos, cédulas de identidad y listas de detenidos desaparecidos, chilenos y argentinos, y que tenían la huella del ex subsecretario de Seguridad de la Argentina Héctor García Rey.

      La amistad entre García Rey y Contreras está pantentada en una carta que le dirige el primero para que reciba a "Diego Castro", identidad que usaba el mayor Iturriaga.

      En 1992, en el marco del juicio en Washington por el asesinato del ex canciller Orlando Letelier, Townley rompió el silencio y ante policías chilenos confesó: "A mediados del año 74, en una reunión con los jefes de la DINA, Pinochet manifestó que el general Prats era un hombre muy peligroso para Chile. Debido a eso y, tengo entendido, por la propia iniciativa del general Manuel Contreras, se le da la orden al brigadier Pedro Espinoza para que se elimine en Buenos Aires al ex comandante en jefe, ofreciéndose 20.000 dólares a un grupo extremista argentino, la Triple "A" o la SIDE (sic). Los argentinos no tuvieron el valor suficiente para matarlo. Ante ello se designa para la misión al jefe exterior de la DINA, el comandante Raúl Iturriaga, que utiliza el nombre falso de Diego Castro y al oficial Armando Fernández Larios. La operación se llevó a cabo con la colaboración de ciudadanos argentinos".


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