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      Schumacher, en su tierra y bajo la lluvia

      Pese a largar segundo, el piloto de Ferrari dio una lección de cómo conducir en pista mojada, postergó a Hakkinen y se afianza como líder del campeonato. Gastón Mazzacane fue octavo.

      Redacción Clarín

      Michael Schumacher ganó la carrera que más quería ganar: en Nürburgring, en su país, ante miles y miles de alemanes que lo idolatran ilimitadamente y que disfrutaron hasta el éxtasis su estupenda actuación bajo una lluvia que por momentos fue diluvio. Schumi volvió a la victoria, tras aquellas tres primeras del año (Melbourne, San Pablo e Imola) y el "descanso" que se tomó en las dos posteriores (Silverstone y Montmeló). Se afirma en el campeonato. Y sigue dando cátedra.

      La tarde de Nürburgring vio, además, la mejor ubicación de Gastón Mazzacane en su corta campaña en la Fórmula 1: terminó octavo, un puesto que adquiere mayor significado si se tiene en cuenta que largó desde el último rincón de la grilla. El piloto de La Plata lleva corridas seis carreras: abandonó en la primera y llegó en las otras cinco hasta redondear en el domingo alemán su mejor actuación. "Al comienzo no encontraba el ritmo y cometí algunos errores. Después, cuando lo busqué mejor y lo conseguí, quedé a la expectativa. Debo ser sincero", confesó Mazzacane en una charla a solas con Clarín, minutos después de haber igualado la posición conseguida por Esteban Tuero en Imola 98 y adueñarse, también él, de la mejor actuación de un corredor argentino en la Fórmula 1 después de Carlos Reutemann.

      Tal como se esperaba en estos días, el clima fue protagonista en este Gran Premio de Europa. Hizo frío, otra vez. Y llovió casi desde el inicio de una competencia que tuvo 67 giros. La largada exhibió un fantástico arranque de Mika Hakkinen, quien dejó atrás a su compañero David Coulthard (pole position) y al propio Schumacher con una facilidad asombrosa. En ese entonces, el piso todavía estaba seco.

      Por la novena vuelta apareció la lluvia y no se fue más hasta el final. Y con el agua llegó el mejor Schumacher. Que tomó la delantera dos giros más tarde, superando la línea de Hakkinen por adentro y en un sector lento. Que se adaptó perfectamente a la superficie. Que se movió cómodamente con las gomas lisas. Y que dio una clase de manejo sobre un asfalto anormal con una muñeca prodigiosa. Si algo quedó claro en Nürburgring es que a Schumi le "gusta" más la lluvia que a Hakkinen.

      Las detenciones en boxes (los tres primeros, Schumacher, Hakkinen y Coulthard, se detuvieron dos veces cada uno) no alteraron el ritmo de la competencia, más allá de lo circunstancial. Porque el dominio siempre continuó en poder del alemán. Cuando Schumacher retornaba a la pista, se encargaba de reasumir velozmente el liderazgo.

      El duelo se circunscribió a Schumacher y Hakkinen (Coulthard y Barrichello finalizaron una vuelta atrás). Pero el desenlace parecía cantado, como al cabo ocurrió. Schumi marcó un tiempo de 1:42:00.307 contra 1:42:14.129 del bicampeón del mundo. El ganador registró la velocidad máxima en el octavo giro, con el piso aún seco, a 199,365 kilómetros por hora.

      El escocés Coulthard, pareció incómodo en casi todo el desarrollo. No pudo hacer pesar su ideal puesto de partida —quedó relegado por Hakkinen— y nunca le encontró la mano a la superficie. Con Coulthard se repitió lo de las últimas carreras: ya van once en las que no triunfa el que logra la primera ubicación en la clasificación del sábado.

      "Nunca había corrido con lluvia sobre un auto de Fórmula 1", contaba después un satisfecho Mazzacane. El hombre de Minardi tardó en conseguir el ritmo, demoró demasiado el cambio de neumáticos, pero desde la mitad del desarrollo en adelante se manejó con criterio para encontrar su lugar en Nürburgring. Quizás, un lugar que ni él mismo soñaba.


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