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      Mariani, en la madurez, busca un desquite

      Fue la abanderada argentina en los Juegos de Atlanta. Y muchos le colgaron una medalla del pecho. Pero se quedó sin podio y con toda la desilusión.

      Redacción Clarín

      Cuando a su edad la mayoría de las chicas piensa en formar una familia, ella sigue muy cómoda viviendo junto con su papá. Cuando a su edad muchas están pendientes de qué ponerse para ir a bailar o a cenar, ella debe acostarse temprano. Cuando a su edad varias están pendientes del físico para que el jean se deslize sin problemas, ella lo hace para no pasarse del límite de su categoría de 52 kilos. Cuando a su edad a casi todas les encanta abrazar a un hombre, ella está obligada a hacerlo con sus juveniles compañeros de entrenamiento en el tatami, esa lona de 16 metros de lado que en Sydney definirá los sueños de Claudia Carolina Mariani, quien a los 28 años recién cumplidos sigue siendo la mejor judoca argentina.

      Mariani nació en Morón pero desde siempre vivió en La Paternal. Y allí, en una madrugada ya lejana en el tiempo, papá Héctor —Neno para todos— supo que la única hija que su amada María del Carmen —Coca, que murió hace dos años y era la encargada de comprarle a Carolina un set de gomitas blancas para el cabello que renovaba en cada torneo— le había dado, jamás se desprendería del judogi, encontraría en el shiaijo el lugar más adecuado para liberar su energía y en su casa se harían comunes palabras como ippon, kouchigari o hajime. Esa madrugada, frente al espejo que está en la puerta del


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