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      Hernando, la versión argentina de Bruce Lee

      Es el capitán del equipo nacional de taekwondo y alienta la esperanza de subirse al podio en Sydney. Tiene 24 años y empezó en el deporte a los 11, después de ver una película.

      Redacción Clarín
      24/08/2000 00:00

      Cuando se abre la puerta del gimnasio de taekwondo en el CeNARD, un griterío contesta con una fuerza capaz de hacer retroceder al más guapo. Una andanada de jóvenes vestidos de blanco reparte patadas para todos lados, y esas descargas plenas de potencia vienen acompañadas por las expresiones más disímiles. Por allí se lo distingue a Alejandro Hernando, un "discípulo espiritual de 24 años" del mítico Bruce Lee, convertido en una de las esperanzas argentinas de traerse un diploma olímpico (terminar entre los ocho mejores) de Sydney.

      Una vez que el oído se adaptó a las nuevas condiciones, es el cuerpo el que pide a gritos un aire acondicionado. Es que la actividad eleva la temperatura del recinto de tal forma que es imposible no transpirar. Se acerca Julio Ramos, entrenador del equipo nacional, y explica: "Hernando es el mejor luchador, técnicamente, del mundo en su categoría, hasta 68kg". Sobre el tatami, la velocidad y prolijidad de esas patadas parecen confirmarlo.

      Hernando practica y practica. Esa es la fórmula que lo llevó a ganar cuatro campeonatos Sudamericanos, dos medallas en los Juegos Panamericanos y terminar 6° en el Mundial de Croacia 99. Es allí donde está su secreto: en el entrenamiento diario. Sus genes traían consigo un talento innato para las artes marciales, aunque haya nacido en Olivos. A los 14 años ya era cinturón negro..., y a los 17 ingresaba en el equipo nacional.

      Siete temporadas después, es el capitán del seleccionado, y una suerte de "papá" para el resto. Aconseja, corrige, dirige y hasta pega unos buenos gritos para que todo se haga como debe ser. No hay que descuidar detalles en estos últimos tramos preparatorios. Ni siquiera olvidarse de dejarse la barba unos días antes de la competencia, "para parecer malo".

      Es que aunque parezca contradictorio, Hernando es un joven tranquilo y familiero. Nunca fue de esos chicos que se peleaban todo el día en la calle. "No soy agresivo y jamás me agarro a trompadas con nadie. Por un lado, me puedo lesionar y me perjudicaría para entrenarme. Por otro, no voy a ir a pelearme un sábado a la noche cuando lo estuve haciendo durante cinco horas diarias de lunes a viernes", bromea.

      Sin embargo, dentro del torneo parece un león. Se va mentalizando de lo que debe hacer desde la entrada en calor, ayudado por música heavy-metal en su discman. Es el único momento en el que no recuerda que arrancó en el taekwondo a los 11 años, después de ver la película de Bruce Lee "Operación Dragón", el mismo día en que su padre había comprado la videocasetera. Ahora disfruta allí de su destreza, la misma que lo llevó a recorrer el mundo y a la posibilidad de una chance olímpica.

      "Puede terminar entre los ocho mejores", agrega su técnico. Pero Hernando intuye que el podio no es inalcanzable. Para ello necesitará de su talento y de mucho entrenamiento. Por eso entonces vuelve rápido a la rutina. Pega y pega, grita y grita, transpira y transpira...


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