Boca fue sólido y contundente para mirar desde arriba

Por peso específico, por individualidades, por mentalidad, Boca atrapó el éxito en Rosario. Y también por una cuestión de realidades distintas. Es cierto que Newell''s arribaba a este partido tan puntero como el equipo de Carlos Bianchi, pero la sensación era que se trataba más de un hecho circunstancial que de una percepción sostenida por razones futbolísticas pesadas, más allá de lo que significa Manso. Y se desinfló Newell''s, nomás. Terminó de rodillas frente a la solidez y a la contundencia de Boca, un Boca que además llegaba con un desafío: curar definitivamente la herida que le había provocado Gimnasia, empatándole en tiempo adicional en la fecha pasada. Y Boca supo imponer lo suyo para quedar como único puntero, por lo menos hasta hoy.

Resultó atractivo el partido porque ambos apostaron a la búsqueda ofensiva, crearon situaciones y mezclaron vértigo con algunas jugadas para poner en un cuadro y otras para la queja, la protesta y la televisión. En definitiva, entusiasmaron.

En ese marco, Boca fue superior en el primer tiempo. Hubo una jugada crucial, bisagra: fue el penal que Riquelme cambió por 1 a 0. En la acción previa, hubo falta de Paris a Barijho, pero pareció ser afuera del área. Ese error de Horacio Elizondo (de floja labor) en el arranque del partido, le permitió a Boca ganar en tranquilidad y acomodarse al juego que más le gusta: espera, presión y réplica, vía Riquelme, por abajo, o vía pelotazo para Palermo y Barijho. Encima, como si se empeñaran en facilitar la tarea de Boca, los defensores de Newell''s daban todo tipo de ventajas.

Riquelme manejó a Boca. Fue el eje. Se cansó de jugar y de hacer jugar. El 10 contó con el complemento de Hugo Ibarra, cuyas subidas fueron positivas. Vaya si lo fueron. A los 12, exigió a Cejas. Y a los 15, concretó un golazo. Encaró como suele encarar, amagando, en diagonal hacia el área; pasó entre dos rivales, le amagó a Crosa, encontró el hueco y sacó un zurdazo al ángulo. Una joyita.

Newell''s se confundió. Manso, el hombre que debía tenerla, entró poco en contacto con la pelota, en general porque Boca supo reducirle los espacios, un punto en el que Traverso fue decisivo. Entonces, el traslado del equipo rosarino fue lento, anunciado, impreciso. Con otra complicación: los jugadores se contagiaron de la ansiedad de la gente y se apuraron aún más. Por eso le costó llegar. Por eso recién a los 29 generó la primera llegada: un cabezazo de Quintana en el palo. Por eso hasta el gol del descuento fue confuso y dejó dudas. ¿Fue penal ese roce entre Matellán y Paris? ¿Lo sacó lícitamente con el cuerpo el defensor de Boca o le interrumpió el camino al gol al volante de Newell''s? Lo cierto es que Elizondo interpretó que hubo infracción (¿compensó por el penal del arranque?) y Cejas convirtió.

Más allá del gol de Newell''s en un instante clave, cerca del cierre del primer tiempo Boca siguió demostrando mayor peso específico, mayor contundencia, siempre girando alrededor de Riquelme.

Antes de la conclusión de la etapa inicial, Boca pudo gritar el tercero dos veces: Cejas se lo tapó a Palermo y a Riquelme. Antes de que Palermo sellara el 3 a 1 (zurdazo tras un córner), en el principio del segundo tiempo, Boca estuvo otras dos veces a un paso del gol: Fuentes despejó en la línea un tiro de Palermo y Cejas mandó al córner un jugadón de Riquelme.

Hasta el tercer gol, Newell''s había insinuado una mejoría, pero sin lastimar. ¿Los dos goles anulados a Fuentes y a Gigena? Fueron aciertos del árbitro y de los líneas: estaban en off side. Fueron jugadas aisladas. A Newell''s, le faltaba profundidad. Justo lo que le sobraba a Boca, lo más necesario para soñar, para discutirle con argumentos serios al River de fantasía ¿que se empezará a ver hoy?