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      Esta vez, la fiesta de River fue en el segundo tiempo

      Los Andes resistió un período. Pero apenas iniciado el complemento, Trotta convirtió un penal para el 1-0. De ahí en adelante, el puntero fue incontenible. Aimar inventó un gol espectacular.

      Redacción Clarín

      Suele ganar el talentoso. También el audaz. Suele ganar el más capaz, después de todo. Pero el que triunfa en serio es el que persevera. Y por si hacía falta, por si este River puntero absoluto —y de neto corte ganador— tenía alguna asignatura pendiente, ayer echó mano a su perfil perseverante. Y así volvió a ganar. Y así volvió a golear.

      Los Andes resistió durante la primera mitad del partido. El 0 a 0 se mantuvo firme, inalterable, durante cuarenta y cinco minutos largos, interminables para el equipo que conduce Jorge Ginarte. Pero después, una vez que Pablo Aimar abrió el grifo para la goleada, la goleada llegó por decantación. Y se estacionó en un 4 a 0 contundente y sincero por igual.

      Se puede quedar tranquilo Américo Gallego. El Tolo, claro, se quedó preocupado porque se lesionó Ariel Ortega. Pero más allá de esta cuestión puntual se puede quedar tranquilo con el equipazo que tiene. Y porque dentro del gran plantel además está Pablo Aimar, hoy por hoy, el mejor jugador del fútbol argentino.

      En este contexto en el que River y Boca —con un San Lorenzo que insiste en ser el tercero en discordia— aglutinan todos los boletos a ganador, el equipo de Núñez avanza sin tropiezos aquí y allá. Con titulares o con suplentes. En el torneo doméstico o en las citas internacionales. Y de paso se acerca a una marca que ilumina su poderío: está a punto de cumplir un año invicto como visitante en partidos oficiales de AFA. La última derrota fue el 26 de setiembre de 1999 ante Argentinos, en cancha de Ferro, por 2 a 0. A partir de aquella tarde, River enhebró 14 victorias y 5 empates en su recorrido fuera del Monumental. Intimida River, por cierto.

      Ayer, en el arranque, como se suponía, se adueñó de la pelota. Y fue. Pretendió bajarle los brazos lo más rápido posible a su anfitrión (en cancha de Lanús), que venía de sufrir precisamente ante Lanús media docena de goles. Pero Los Andes aguantó. Ginarte, como había anunciado, les puso patrulleros a Los cuatro fantásticos. Salomón le hizo marca personal a Aimar y los demás hicieron hombre en zona: Troyanski cerca de Saviola; Moya, de Ortega y Bovaglio, de Angel. Y hasta se animó el equipo de Lomas de Zamora a responder con algún contraataque veloz, como ése que terminó con el disparo de Víctor López neutralizado por Bonano.

      Pero reanudaron y enseguida Aimar limpió el camino. Entró en el área, lo bajaron y Trotta cambió el penal por gol. Y se terminó la discusión. Al rato subió Placente —de muy buen segundo tiempo— y le dio un pase en bandeja al colombiano Angel. Y Angel no se equivocó. Por algo encabeza la tabla de goleadores...

      Empezaron a entrelazarse los cambios, pero nada cambió. Gabriel Caiafa, sucesor de Salomón, quedó de golpe cara a cara con Bonano. Pero increíblemente, justo cuando iba a definir, se cayó... Migliardi, en el otro extremo de la cancha, seguía revolcándose. Finalmente terminaría evitando varios goles, a pesar de que recibió cuatro. Mauricio Levato, en el medio, jugaba, corría, daba pelea. Pero su esfuerzo era insuficiente. Trotta, Yepes y Placente respaldaban cada arranque del equipo de Gallego. La victoria no corría riesgo, el primer puesto en el campeonato tampoco. Pero River insistió. Perseveró. Y fue por más.

      Así como cuando en el primer tiempo River no se dejó atrapar por la desesperación mientras los minutos pasaban y el gol no llegaba, ya con los tres puntos en el bolsillo continuó jugando sabiéndose superior. Hasta que Aimar frotó la lámpara para sacar una jugada espectacular. Con similares características de la apilada que construyó para que Trotta abriese la cuenta. Esta vez nadie lo pudo frenar. Y él mismo firmó el tercero. Un golazo para guardarlo entre maderas de roble y descorcharlo en una buena ocasión.

      Ya en el epílogo del cuento, Gancedo convirtió el cuarto con un zurdazo bajo. A la jerarquía de siempre River le endosó perseverancia. Y Los Andes pasó de largo. Uno más. Y la lista sigue creciendo.


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