Noticias hoy
    En vivo

      Boca hizo lo que tenía que hacer

      El equipo de Bianchi marcó las diferencias entre el rico y el pobre. Palermo convirtió el primero, de penal y Delgado, de contraataque, definió el partido. Almagro no ganó en el campeonato.

      Redacción Clarín

      El fútbol tiene matices, hechos gravitantes, errores, accidentes, situaciones fortuitas. Una gambeta, un caño, un pase-gol, un gol... Todo ese cóctel lo hace apasionante. Por eso sigue convocando multitudes y hace vibrar a la gente. Al cabo, como lo definió alguna vez brillantemente Dante Panzeri, "es la dinámica de lo impensado". Pero en esta Argentina posmoderna, que traspasó la barrera secular, el fútbol es cada vez menos la dinámica de lo impensado. Gana el que tiene que ganar; el que cuenta con más poder. En su capacidad futbolística, en el listado de nombres o, simplemente, en la billetera. Pierde el que tiene que perder: el que menos dispone, pese a poner todo el empeño posible para tratar de equilibrar las valencias y no sufrir papelones.

      En síntesis, de 100 partidos que jueguen en esta época Boca y Almagro, 99 los va a ganar Boca. Y uno solo —la excepción que escapa a toda regla— lo ganará Almagro. Que no fue el que jugaron ayer, domingo 17 de setiembre de 2000 precisamente. Porque Boca lo resolvió en el momento menos pensado (cuando parecía que Almagro lo tenía apretado contra Oscar Córdoba y terminó siendo una ilusión óptica) y de la manera menos pensada (de contraataque en la propia Bombonera frente a... Almagro).

      Sólo en los primeros diez minutos se invirtieron los papeles. Almagro salió a jugar a lo Boca. Y Boca se defendía como si fuese Almagro. El cuadro de Bianchi no podía salir jugando desde abajo, no alcanzaba a sostener la pelota en el medio y no tenía llegada al arco de enfrente. El equipo de Husillos utilizó una fórmula tan vieja como el fútbol, pero que cada vez parece estar más en desuso: progresar por los costados. Por el derecho, trepaban Maciel y Sparapani para sorprenderlo a Fagiani. Por el izquierdo, Sinisterra era un tractor y, con Gallardo, le trajeron más de un dolor de cabeza a Ibarra.

      Pero todo lo que le costaba conseguir a Almagro se dilapidó en un instante. De un córner a su favor, terminó sufriendo la caída de su arco. Arrancó Chicho Serna como "8" en su propio campo y metió el pase profundo a Palermo, Sparapani lo volteó de atrás y el propio Titán, de penal, comenzó a escribir la historia que ya estaba "cantada". Cuatro minutos después, otro pase-puñalada de Serna (en una función poco habitual) entre los dos centrales de Almagro, dejó a Delgado solo para que definiera, con toque bajo, frente a un Grosso que resultó ser el mejor de su equipo. Ahí se juntaron los dos hombres clave de Boca: Serna, en su vuelta al torneo doméstico con todas las luces, y Delgado, sacando provecho de lo que mejor sabe: definir en velocidad. Ahí, también, se terminaron las buenas intenciones de Almagro.

      Que en los momentos propicios, es justo reconocerlo, habían chocado contra un Córdoba (el arquero colombiano) seguro. Primero, cuando contuvo con esfuerzo un remate de Gallardo (Coria, en offside, reventó el poste pero esta última acción ya estaba anulada). Después, cuando también enfrentó a Gallardo y la volea del volante se estrelló en la parte externa.

      El 2-0 ya era chapa de partido liquidado. Entonces, todo lo que "iba a venir" en el segundo tiempo era la yapa. Con Marchant por un intrascedente Omar Pérez, el medio campo de Boca acomodó mejor sus fichas. Marchant le aportó vuelo por la derecha; Serna siguió siendo patrón por el medio y Battaglia cumplió mejor por el otro costado (el izquierdo). Y lo que había hecho Almagro en el primer tiempo, lo hizo Boca en el segundo. Atacó por donde debía, por las puntas. Para eso contó con un movedizo Gustavo Barros Schelotto. Que cuando se recostó por la izquierda, encontró a Delgado para asociarse en el desborde. Y cuando lo hizo por la derecha, sintonizó bien con Marchant.

      En el segundo tiempo, Boca jugó casi a voluntad. Al menos, durante la primera media hora, hasta que se fue Serna. Y Almagro bajó la guardia esperando el golpe de nocaut. Que si no llegó fue porque no hubo precisión en el toque final (un cabezazo de Palermo o un tiro de Serna pasaron ahí del poste), falta de capacidad para elevar las cifras a la categoría de goleada (Gustavo fusiló a Grosso pero le dio "a las nubes"), o por "sobrar" en algún momento (Palermo, por caso, pifió un remate libre frente al arco). La historia ya estaba escrita. Boca sigue siendo Boca. Almagro es Almagro. Y el océano que los separa resultó tan evidente como aburrido.


      Tags relacionados