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      Ese clan especial

      Redacción Clarín

      Los Di Palma formaron un clan sin par en el automovilismo argentino. Solo es comparable con el de los Andretti y los Petty a nivel internacional. Como ventaja, los Di Palma criollos tienen la de haberse encontrado todos en una pista como ocurrió un par de veces en 1998 en el Turismo Carretera. Allí papá Rubén Luis, llevó a la "nena" Andrea en la butaca derecha, mientras que sus hijos José Luis, Patricio y Marcos, fueron duros rivales.

      "No me molesta que mis hijos corran, porque yo lo hice durante 35 años y tengo los huesos sanos. Me da más temor cuanvan por la ruta..." solía decir Rubén Luis, ante la inevitable pregunta de qué sentía como padre al ver correr a todos sus hijos. Su concepto no cambió ni cuando el pasado 7 de abril, Marcos tuvo un espectacular vuelco en Olavarría. "Nunca pienso que vayan a matarse en una carrera" dijo.

      Como buen hijo mayor, fue José Luis el primero en seguir los pasos de su padre. También fue el que más cerca estuvo de llegar a esa Fórmula 1, que como alguna vez confesó, resultó el sueño inalcanzable de su padre. Rubén Luis lo ayudó mucho a José Luis en sus primeras épocas en la Fórmula Lotus Opel, cuando el mayor de los Di Palma compartía el equipo Draco con Rubens Barrichello.

      Patricio, el segundo del clan, se distinguió por poseer el perfil más bajo de todos los Di Palma. Esto no lo impidió tener una afinidad con su padre que se acrecentó en los últimos tiempos. Andrea, la hija, fue la gran debilidad de papá Rubén, quien renegaba para que no corriera sola y por eso le ofrecía el lugar de acompañante en el TC.

      Marcos era el más chico, el más rebelde, y el que repartió tantas preocupaciones como alegrías deportivas a su padre. En muchas charlas el "viejo" Luis confesó que en este Marcos irreverente y desprejuiciado veía continuada esa imagen de chico desprejuiciado y alegre con que él había irrumpido en el acartonado TC de los 60.

      Como buen chico grande a Rubén Luis le gustaba competir con sus hijos. Pero también los ayudaba. "Voy a retirarme el día que no le pueda ganar a ellos" decía mitad en broma, pero también con su buena porción de seriedad. Sin embargo ponía todo para que sus hijos pudieran prolongar la imagen ganadora que lo caracterizó en todas las categorías y circuitos. Por eso ayer a la mañana voló de Arrecifes a Santa Rosa para ayudarle a poner a punto el auto de Top Race a Marcos. Con la pole de su hijo consideró que la misión estaba cumplida y volvió. Un viaje sin retorno que dejó al clan sin su jefe.


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