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      Cada vez más lejos del Primer Mundo

      La mejor actuación argentina desde Helsinki 52 —dos medallas de plata, otras dos de bronce y 12 diplomas— no disimula un presente con dificultades y muchos aspectos por mejorar.

      Redacción Clarín

      Más allá de medallas y frustraciones, de desilusiones y diplomas, al deporte argentino le sucedió algo concreto en su paso por los Juegos Olímpicos: una vez más, como desde hace décadas, se chocó de frente con la realidad de un Primer Mundo cada vez más lejano. Este concepto no tiene en cuenta los resultados conseguidos que son, al cabo, producto de una causalidad. En realidad, la afirmación va más lejos porque llega a la planificación de los períodos olímpicos que llevan a cabo las potencias. Ese estudio, pirámide de toda política deportiva, marca finalmente la diferencia. Entonces, por eso Estados Unidos, Italia o Etiopía, por citar tres naciones muy distintas en el mapa olímpico, son más que Argentina.

      Los 145 atletas que representaron a nuestro país en 21 de los 28 deportes del programa hacen por estas horas su propio balance. Argentina cosechó dos medallas de plata, dos de bronce y 12 diplomas en Sydney 2000. Desde el punto de vista de los números —frío y sin alma—, ésta fue la mejor actuación argentina en los Juegos Olímpicos desde Helsinki 52 en cuanto a la calidad y la cantidad de podios obtenidos. Claro que el contexto es distinto de aquél de 48 años atrás, cuando apenas 43 países lograron medallas contra los 70 que lo consiguieron en Sydney y cuando Argentina ocupó el 19° lugar en el medallero, contra el 57° obtenido en 2000. Igualmente, sin tener en cuenta los números, al hacer un análisis de lo ocurrido en la misión argentina pasó todo esto...

      En el agua es mejor. El yachting aportó el 75 por ciento de las medallas argentinas con la plata de Carlos Espínola en windsurf y los bronces de Serena Amato (clase Europa) y de la dupla Javier Conte-Juan de la Fuente (470). El correntino, si bien se quedó otra vez sin el oro, demostró regularidad al repetir lo de Atlanta. Pero también demostró que, con una actitud profesional hacia el deporte y con apoyo, se pueden lograr cosas importantes.

      Leonas de plata. Eran los Juegos para el seleccionado de hockey sobre césped femenino. Era ahora o nunca porque es altamente improbable que este plantel llegue entero a Atenas 2004. Y ellas no desaprovecharon la ocasión. Claro que no sólo subieron al podio, sino que desataron una fiebre que está en los dirigentes aprovecharla para beneficio del deporte.

      Meolans es una isla. Hay tres deportes que marcan el termómetro de los Juegos Olímpicos: el atletismo, la natación y la gimnasia. Son tres de las disciplinas que no sólo reparten la mayor cantidad de medallas (88 entre las tres), sino que marcan los rumbos del deporte mundial. Argentina tiene a un solo atleta en ese trío de deportes con capacidad para sentirse parte de la elite: es el cordobés José Meolans, quien aquí estuvo a punto de meterse en la final de los 100 metros libre, la carrera símbolo de la natación. El resto de los atletas, nadadores y hasta Melina Sirolli, única gimnasta olímpica argentina, quedó lejos y, en varios casos, con producciones desalentadoras.

      En el buen camino. Javier Correa logró un hecho histórico para el canotaje al convertirse en el primer palista argentino en llegar a una final olímpica. Lo hizo en el K1-1000 metros y estuvo a 50 metros de ganar una medalla de bronce. El ciclista Walter Pérez fue octavo en la persecución individual y demostró que está para tomar la posta de Gabriel Curuchet en el binomio de la americana. Jorge Lombi marcó 13 de los 17 goles del seleccionado masculino de hockey sobre césped y le sacó cinco de ventaja a su perseguidor inmediato. Gabriel Taraburelli llegó como el "segundo" de Hernando en el taekwondo y dos veces estuvo a punto de lograr medalla.

      Decepciones al por mayor. El boxeo, con un equipo numeroso, volvió con las manos vacías después de la buena actuación de los Panamericanos y de las expectativas que traía Omar Narváez, por ejemplo. El único que arañó una medalla al perder en el combate que le hubiera asegurado un bronce, fue Israel Párez quien, además, llegó a esa chance con una sola pelea disputada. Carolina Mariani estaba para más pero la judoca, que había completado una exigente preparación, no terminó entre las ocho primeras. Sus lágrimas tras la derrota les dolieron a todos. Los hermanos Curuchet tampoco se guardaron nada en la americana. Pero eso no pudo impedir ese gesto de dolor de Juan, quien se había juramentado conseguir una medalla para compartir con Gabriel en los últimos Juegos Olímpicos del mayor de los marplatenses. El remo tampoco pudo hacer mucho ante adversarios muy superiores en casi todos los botes. El doble par peso ligero de Lienhard-Massa fue de lo mejorcito mientras el mismo bote pero en su versión femenina, Garisoain-Peguri, tenía expectativas de llegar más arriba. Por último, hubiera sido interesante verlo a Darío Lecman en los Juegos Olímpicos. Pero una nueva lesión, como en Atlanta, lo dejó afuera de la competencia aunque esta vez con polémica incluida.

      El desafío es múltiple de cara al futuro y no sólo pasa por lograr las siete medallas que proyectó la Secretaría de Deportes de Garraffo para los Juegos Olímpicos de Atenas. La clave está en construir una sociedad con otra vinculación con el deporte, tal vez el secreto mejor guardado de las principales potencias del mundo.


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