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      Sydney: luces y sombras

      Estados Unidos satisfizo todos los pronósticos y encabezó el medallero de unos Juegos Olímpicos en los que no faltaron éxitos memorables, fracasos enormes e historias irrepetibles.

      Redacción Clarín
      02/10/2000 00:00

      La historia olímpica ya le tiene reservado un lugar especial a estos Juegos del Milenio que se fueron en una fría noche de Sydney, cuando una de las ciudades más bellas del planeta se hizo día por los fuegos de artificio que la iluminaron desde su alma instalada en la bahía y grabaron un momento mágico. Esa historia jamás podrá olvidar a Sydney 2000. Y menos todavía podrá prescindir de algunos ejes fundamentales:

      La organización. Michael Knight, presidente del SOCOG (el Comité Organizador de los Juegos), estaba exultante durante la clausura. Es que, a excepción de los lógicos problemas de transporte de los primeros días por la llegada de unas 400 mil personas a esta ciudad, todo funcionó casi a la perfección. Esto no legitima al Comité Olímpico Internacional, que pese a demostrar no haber fallado en su decisión de escoger a Sydney como sede, en 1993, sigue envuelto en sospechas de corrupción.

      Los récords. No fueron Juegos de grandes marcas. Apenas se superaron registros en arquería, ciclismo, pesas, natación y tiro. Demasiado poco para tanta expectativa.

      El ganador. Estados Unidos volvió a imponerse en el medallero, aunque la distancia con Rusia se acortó. En Sydney, los norteamericanos superaron la barrera de las 2.000 medallas en la historia de los Juegos Olímpicos: acumulan en total 2.092, contra 1.112 de Rusia, la Comunidad de Estados Independientes y la Unión Soviética. Por otra parte, la suma de medallas marcó la distancia ampliada entre los países centrales y los periféricos. Argentina está 34 en esa misma lista histórica y Brasil, apenas un puesto más abajo.

      El dóping. Hubo nueve controles positivos. El caso más resonante fue el de la gimnasta rumana Andrea Raducan, ganadora del concurso individual y perjudicada por la seudoefedrina de un remedio que le dio el médico de su equipo.

      Universalismo. La televisión (3.500 millones de espectadores) e Internet difundieron masivamente a Sydney 2000. El desarrollo de la red de redes fue tan intenso que Juan Antonio Samaranch confesó con resignación en el arranque de los Juegos: "Algo vamos a tener que hacer con este fenómeno de Internet".

      Las ausencias. Basquetbolistas de la NBA como Shaquille O''Neal y Kobe

      Bryant, tenistas como Martina Hingis y Pete Sampras y nadadores como los chinos de los récords asombrosos faltaron a la cita por razones diversas. Y le quitaron algo de brillo a la cita olímpica.

      El calor popular. La gente de Sydney fue el alma de los Juegos. Llenó estadios, alentó a los atletas, disfrutó la fiesta y repiten la misma pregunta: "¿Y ahora qué?".


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